En el año 180, el Imperio Romano alcanzaba su máximo esplendor, dominando gran parte del mundo conocido. Bajo el gobierno del emperador Marco Aurelio, Roma había logrado una estabilidad ejemplar, tras superar años de conflictos internos y amenazas externas. Durante su reinado, Marco Aurelio consolidó un imperio fuerte y próspero, pero al final de su vida, preocupado por la sucesión, toma una decisión crucial: transferir el poder a su fiel general, Máximo, un hombre de valentía y honor que había demostrado ser un líder destacado en el campo de batalla.
Máximo, quien gozaba de la plena confianza del emperador, era visto como el sucesor ideal para continuar la obra de Marco Aurelio y garantizar la prosperidad del imperio. Sin embargo, esta decisión no fue bien recibida por Cómodo, el hijo del emperador. El joven príncipe, ambicioso y ansioso por acceder al trono, se sentía frustrado al ver que su padre prefería a un hombre ajeno a su familia en lugar de a él. Criado en la opulencia y el lujo, Cómodo carecía de las virtudes que distinguían a su padre, lo que lo convertía en una opción dudosa para el trono.
Movido por su deseo de ser el legítimo sucesor, Cómodo decide tomar medidas extremas. Incapaz de aceptar el deseo de su padre, el joven emperador trama una peligrosa conspiración para eliminar a Máximo y obtener el control total de Roma. En un giro dramático, Cómodo ordena asesinar a Máximo, quien, tras sobrevivir al intento de asesinato, se ve forzado a luchar no solo por su vida, sino también por la justicia que su pueblo tanto necesita.